21.9.20

¿QUÉ NOS ENSEÑAN LAS HEROICAS JORNADAS DE LUCHA DEL 9 AL 11 DE SEPTIEMBRE?

Después de las duras protestas que se presentaron entre el 9 y el 11 de septiembre, el pueblo que lucha se pregunta ¿y ahora qué? Analicemos lo que representa este levantamiento y las posiciones que toman las distintas fuerzas sociales frente a él, para tratar de dar respuesta a esta pregunta.

Partamos por un breve resumen de los hechos para luego analizar la situación. En la madrugada del 9 de septiembre la policía detiene, electrocuta y golpea a Javier Ordoñez -abogado y padre de dos niños-, lo traslada al CAI de Villaluz y allí lo torturan hasta matarlo. Las siguientes tres noches miles de personas, especialmente jóvenes, salen a las calles, rodean y destruyen más de 70 CAIs solo en Bogotá (40 de ellos incinerados); varias motos de policía, patrullas, buses de Trasmilenio y bancos son también destruidos en esta y otras ciudades. A la masiva y combativa protesta, la policía responde con sevicia y genocidio sobre el pueblo asesinando a 12 personas, hiriendo de bala a más de 70 y golpeando a más de 300. En férreos combates callejeros con piedras, palos y molochas los manifestantes enfrentan valientemente a la policía hiriendo a más de 200 de ellos. Las protestas se extienden por varios días en la capital y otras ciudades.

 


Vivimos un periodo de creciente protesta popular

Las jornadas de protesta del 9 al 11 de septiembre, en primer lugar, reafirman que en Colombia, como en el mundo en general, las contradicciones sociales se tornan más agudas y vivimos un periodo de auge de la lucha de las masas: ya el pueblo no aguanta más tanta injusticia, opresión y miseria y se vuelca a las calles a luchar por sus derechos en masa y combativamente. Las medidas de aislamiento impuestas ante la pandemia contuvieron temporalmente este polvorín, pero la crisis económica mundial agravada por la crisis sanitaria, y el recorte de conquistas y derechos al pueblo por parte de los gobiernos reaccionarios, han llevado a millones de personas al desempleo, al quiebre de sus negocios, al hambre y la miseria, es decir, han agudizado más las contradicciones sociales, rociando gasolina al ya ardiente fuego de la lucha de clases.

En segundo lugar, basta analizar las jornadas del 9 al 11 de septiembre para convencerse de que ellas representan no solo la continuación del actual periodo de auge de la lucha popular sino la elevación de esta lucha a un nuevo nivel, que las hace merecedoras del calificativo de históricas batallas: 1) Su dimensión se evidencia en la participación de miles de personas y en la alta cantidad de protestas y acciones simultáneas (más de 100), cerca de la mitad de todos los CAIs de la Capital destruidos y alrededor de 250 policías lesionados; 2) Su motivo era amplio y político: la mayoría del pueblo repudiando la represión policial; 3) Su explosiva velocidad fue evidente: el video del vil asesinato de Javier prácticamente fue la convocatoria que lanzó a millares a las calles en cuestión de horas y 4) Su carácter combativo fue generalizado y las acciones de las masas fueron contundentes y centradas en atacar los locales oficiales de tortura, violación y asesinato (CAIs), los bancos y propiedades del gran capital, a quienes precisamente, el Estado de grandes burgueses y terratenientes y su policía, defienden. Decenas de combates callejeros simultáneos con la policía se dieron durante horas, al punto que la primera noche la policía, ¡en la capital del país!, no era capaz de apagar la lucha popular.

Pero entonces las represivas fuerzas policiales, impotentes para controlar la ira del pueblo, desataron una masacre. Aunque el Estado ha tratado de justificar de mil maneras su genocidio contra el pueblo, como por ejemplo diciendo que los manifestantes portaban armas de fuego, todos los muertos por disparos son manifestantes, ninguno fue un policía, y muchos videos muestran que fueron los cobardes policías los que dispararon contra los manifestantes ¡12 hijos del pueblo vilmente asesinados! El baño de sangre vivido esa noche enseña al pueblo el carácter reaccionario de las fuerzas policiales, su misión de reprimir a toda costa cualquier intento del pueblo de defender sus derechos, de buscar justicia.



Represión y falsas ilusiones al pueblo

Estas históricas batallas han atizado más las pugnas entre los grupos de las clases dominantes. Por un lado, el gobierno nacional ha salido a decir que el caso de Javier se debe a unas cuantas “manzanas podridas” dentro de la institución y que no se puede acusar a la policía de haber asesinado a las otras 12 personas “sin pruebas”(¡¿?!). Por otro lado, la alcaldesa López y el opositor Petro han planteado que lo que se necesita es una “reforma estructural a la policía” que mejore el reclutamiento, la educación, los protocolos, etc.

El pueblo más pobre no se come el cuento del gobierno sobre las “manzanas podridas”, los “casos aislados”, pues su experiencia directa le enseña que la policía constantemente hostiga al ventero ambulante y a la juventud popular, cobra vacuna, coloca injustos comparendos, desaloja familias y reprime con violencia la protesta popular. Pero la idea de algunos grupos de las clases dominantes de que el problema se soluciona con una “reforma estructural” sí puede confundir al pueblo y precisamente de eso se valen los politiqueros oportunistas para engañar a la gente.

Para poder comprender que esta “reforma estructural” no es solución al problema del abuso y la represión policial, debemos partir de qué es el Estado y su relación con las fuerzas policiales. El Estado surgió en la historia con la aparición de las clases, precisamente como aparato por medio del cual unas clases sociales dominan a otras. El medio principal por el cual ejerce este dominio es la violencia, de ahí que las clases dominantes hablen de que este debe tener “el monopolio exclusivo de las armas” y reconozcan que sus fuerzas armadas son el “sostén” de este viejo Estado. La idea de que “el estado somos todos”, no es más que una mentira que repetida mil veces en nuestras vidas hace que muchos terminemos en algún momento creyéndola, lo que permite a los de arriba esconder el carácter opresivo del Estado sobre el pueblo.

La verdad es que, según sea el carácter del Estado, es decir, las clases a quien sirve, así será el de sus fuerzas armadas que lo defienden. En Colombia el Estado históricamente se conformó como un aparato al servicio de los grandes burgueses y terratenientes, oprimiendo a los obreros, campesinos y pequeños y medianos propietarios. Por eso es que el ejército y la policía: matan indígenas y campesinos que reclaman la tierra que les han arrebatado los terratenientes; protegen a los politiqueros, a los banqueros y grandes empresarios, mientras que al pueblo lo dejan desprotegido y hasta lo extorsionan; reprimen violentamente las manifestaciones que el pueblo realiza contra el gobierno, etc.

Así las cosas, volviendo al análisis de la “reforma a la policía”, poco importa cuan estricto sea el proceso de reclutamiento, cuantos “buenos modales” se les enseñe a los policías, cuántos cursos sobre derechos humanos hagan, cuántos protocolos tengan para su accionar, poco importan estas cosméticas reformas cuando la misión del policía, y por tanto la esencia de su formación, es defender con las armas el injusto orden actual en que un puñado de ricachos explota y oprime a las inmensas mayorías.

Es verdad que la mayoría de los policías provienen del pueblo, pero también es verdad que la institución por su misión fundamental de defender a los ricos de la rebelión de los pobres, obliga a cada policía a cumplir este objetivo y en pocos casos excepcionales en que se han resistido a hacerlo, como el del famoso patrullero Zuñiga, los sancionan por no acatar las ordenes de reprimir al pueblo.

También es cierto que el pueblo debe exigir que se judicialice a los policías implicados en los asesinatos, que la policía no use armas letales, debe luchar contra la represión policial y por libertades democráticas de expresión, protesta, etc., pero la tan mentada “reforma a la policía” realmente persigue hacer que el pueblo se ilusione con que puede haber una policía buena, busca tapar la esencia reaccionaria del viejo estado y su policía, intentarlos legitimar ante el pueblo, hacernos creer que esto puede cambiar con una reforma legal y que no es necesario salir a las calles, luchar y organizarnos para exigir nuestros derechos y para construir un nuevo estado popular mediante la revolución social. En pocas palabras, la “reforma a la policía” busca cambiar algo para que todo quede igual, apaciguando así temporalmente la rebelión del pueblo y la construcción de sus organizaciones independientes y combativas.

Ilusionar a la gente con leguleyadas es una táctica históricamente usada por las clases dominantes que complementa la siempre presente represión violenta. Política a la que acuden precisamente en momentos como el actual cuando el pueblo ha perdido la credibilidad en las instituciones del Estado y se lanza a las calles a luchar masiva y combativamente. Es la táctica preferida de aquellos sectores oportunistas que se visten de “izquierda” o de “centro”, como Petro o Claudia López, pues mediante ella engañan al pueblo para que vote por ellos y de paso se ganan el aval de los grandes ricos al ayudarles a legitimar el actual Estado explotador y reaccionario.

No debemos caer en la trampa, en la ilusión de que la reforma policial solucionará el problema, que no es necesario movilizarnos y organizarnos como pueblo sino que hay que apoyar a uno u otro grupo politiquero que tramitan la reforma en el congreso. Como la historia colombiana lo muestra, todo lo que el pueblo ha conquistado ha sido con su dura lucha en campos y ciudades. El gobierno ha reconocido que los policías mataron a Javier y estos han sido detenidos solo porque el pueblo le mostró lo que es capaz de hacer si no hay justicia, de lo contrario, como en los cientos de casos de gente asesinada por la policía, el caso de Javier iba a quedar en total impunidad. Han tomado cartas en el asunto porque saben que de no hacerlo, más legitimidad perderá el viejo estado ante el pueblo y más grande y peligroso para ellos será el estallido social.

Es indispensable que como pueblo luchemos por nuestras reivindicaciones y derechos, por reformas, pero cuando, como en el caso de la “reforma a la policía”, lo que pretenden los politiqueros oportunistas es camuflar el verdadero carácter del Estado, y que les demos votos para sus aspiraciones burocráticas, es decir engañarnos, apaciguar nuestra movilización e impedir nuestra organización independiente de ellos y del Estado, entonces poner las ilusiones en esta reforma debilitará la única gran fuerza que -preparada en largos años de combate- puede luchar contra el estado reaccionario y construir un estado popular: el pueblo consciente y organizado.

Vestirse de policía e ir a los CAIs a felicitar a los asesinos de 12 hijos del pueblo, como lo hace Duque, realizar un acto de “perdón y reconciliación” o proponer una reforma a la policía como lo hacen López, Petro y otros, son tácticas siempre combinadas por los opresores: el golpe y la caricia, el garrote y la zanahoria, para contener a toda costa mediante violencia y engaño la creciente rebelión del pueblo, a la que le temen más que a nada en el mundo, pues han visto como las masas cuando toman las calles ¡todo se estremece! Sus pesadillas son las grandes protestas de los últimos años, el 21 y 22N, las recientes batallas del 9 al 11S; si en solo unos pocos días las masas, con baja conciencia y organización, hacen estremecer el país, cómo será cuando gesten sus organizaciones revolucionarias, sindicatos combativos, ligas campesinas, etc.? Con solo pensar en este futuro no pueden dormir…y no los dejaremos: ¡haremos los sueños de libertad de los de abajo las más terribles pesadillas de los de arriba!

Ninguno de estos politiqueros pone en cuestión el papel de la policía de defender el actual orden de explotación de la mayoría por la minoría. Todos a una sola voz tildan de vándalos a la juventud combativa, defienden la violencia del estado como legítima y señalan la violencia popular como terrorismo. Pero hay que señalar que, en tiempos de rebelión, son los politiqueros oportunistas los que prestan un mejor servicio a las clases dominantes, pues intentan de todas las formas: con malabares, caretas y disfraces, hacer creer al pueblo que están de su lado.

Como pueblo no podemos olvidar que cuando hablamos de Claudia López, hablamos de quien ha mandado al ESMAD a atacar violentamente las protestas populares de 2020 en la capital, la misma que en plena cuarentena dio la orden de desalojar al pueblo sin vivienda que tomó unos terrenos en Ciudad Bolívar, la que mandó a la policía a poner miles de comparendos al pueblo que obligado a trabajar para subsistir tenía que salir a las calles en medio de la pandemia, la que después del reciente genocidio ha dicho que fortalecerá la policía con más hombres e inició una cacería de brujas contra jóvenes que luchan tildándolos de “vándalos”.

Y cuando hablamos de Petro, el más hábil de los politiqueros oportunistas para fingir estar del lado del pueblo que protesta en las calles, estamos hablando de quien en su alcaldía hacía exactamente lo mismo, mandaba al ESMAD a reprimir las protestas populares, entre ellas las del paro agrario y las protestas contra el pésimo servicio de TransMilenio. Ahora finge estar con quienes protestan en las calles, por supuesto, busca entre ellos votos para sus aspiraciones presidenciales de 2022, y si llegase a la presidencia ¿creen ustedes que no mandará de nuevo la policía contra el pueblo que se rebela? ¡Claro que lo hará! pero al igual que todos los oportunistas que han gobernado en Latinoamérica, en ese momento dirá que las protestas son “organizadas por la extrema derecha”, para así deslegitimar y reprimir la justas luchas del pueblo.


Defendamos la combativa protesta popular

El gobierno de Duque y otros politiqueros han salido por todos los grandes medios de comunicación a su servicio, no solo diciendo que quienes se manifiestan son vándalos, desadaptados, etc., sino llegando a afirmar que las protestas y las organizaciones del pueblo que en ellas participan son “clandestinas”, “están armadas”, “están infiltradas por el ELN y las disidencias de las FARC” y que los hechos del 9 de septiembre fueron “coordinados y premeditados” por estos grupos “para generar violencia, caos y destrucción”.

Quien haya estado en las protestas o haya visto videos sobre estas, puede ver el carácter masivo y espontáneo de dichas manifestaciones, puede identificar que los grupos que estaban “armados” y disparando eran los policías y no el pueblo, y por eso entre los muertos no hay policías. Puede ver en un video que los policías que asesinaron e hirieron a manifestantes en Verbenal llevan a cabo su acción “coordinada y premeditada”: reunidos acuerdan su macabro plan, unos cubren su acto genocida con gas de extintores, mientras los otros disparan contra la multitud. Y no solo esto, si una manifestación convocada en unas pocas horas a partir de la indignación por el asesinato de Javier puede ser “coordinada y premeditada” por grupos “terroristas” para destruir más de 70 CAIs, 40 buses, 16 motos, etc., entonces realmente los de arriba no deberían dormir hoy tranquilos pues esta poderosísima organización terrorista en cuestión de una semana ¡podría tomarse el poder!

Aunque suene jocoso, es posible que muchos de ellos se crean esto que dicen, pues en verdad la vida y lucha de las masas es para los grandes burgueses y terratenientes tan extraña e incomprensible como terrorífica, o como dijera temerosa la esposa del Presidente de Chile hace unos meses frente al grandioso levantamiento del pueblo chileno: “es como una invasión alienígena”. Mas, sin importar si lo creen o no, lo claro es que sus declaraciones tienen el vil objetivo de deslegitimar y criminalizar la protesta social. Lo primero, tratando de tapar las verdaderas e inocultables causas: la cruda crisis económica y la cruel represión que soporta el pueblo colombiano y ante la cual se levanta masiva y espontáneamente. Lo segundo, con el propósito de estigmatizar a la juventud rebelde y combativa que allí participa en la tentativa de separarla del conjunto del pueblo trabajador.

Claudia López, mientras habla de “reconstruir la confianza entre ciudadanía y autoridades”, ha difundido un afiche con fotos de los supuestos vándalos y ofrece hasta recompensa por quien dé información sobre ellos. Así como en las protestas de la Universidad Distrital hace unos meses, hoy quiere estigmatizar de “vándalos” a la juventud combativa y popular mientras brega por legitimar ante la “ciudadanía” a las “autoridades”, es decir, a los verdaderos autores del genocidio en la noche del 9 de septiembre.

Aparte de esto, entre las mismas marchas, se han sumado algunos que terminan sirviendo a este ruin propósito de deslegitimar y estigmatizar la juventud combativa y su lucha. Son los seguidores de un tal Avakian, reconocidos por ser altisonantes predicadores de la revolución, que en los hechos, tal como los de arriba, le tienen pavor al desborde de las masas. En nombre de que la “lucha es política”, de que “en esta etapa no iniciamos la violencia”, dirigen su indignación no contra los opresores que detentan el poder, sino contra el pueblo que se rebela, contra los jóvenes combativos, a quienes con furia acusan de “irresponsables” por osar enfrentarse altivamente en las calles a la represión policial. Su argumento es que el pueblo no está organizado y que de esta forma, al luchar, pagará muchos costos. A luchar no se aprende sino luchando y no se organiza al pueblo solo debatiendo sino principalmente haciendo, mucho menos puede ayudarse al pueblo a organizar su lucha si siempre se huye despavorido ante la más pequeña confrontación en busca de salvar el propio pellejo.

Es probable que, en no mucho tiempo, siguiendo el ejemplo de su pastor supremo -ahora fiel votante de Biden, candidato del Partido Demócrata-, estos revolucionarios de papel, abandonen incluso su discurso de revolución o prostituyan aún más esta hermosa palabra, sembrando ilusiones en el pueblo en cuanto a la farsa electoral, llamándolo a votar, ¡en nombre de la revolución! por el menos peor de los candidatos en las elecciones de 2022. Ojalá que entonces estampen en sus camisas una consigna más acorde con sus actos, podría ser: “elecciones y nada menos” o “pacifismo y nada menos”.


¿Qué hacer? El camino del pueblo

De parte del Estado y de los politiqueros no vendrá ninguna solución a nuestros problemas pues precisamente son ellos los que nos exprimen, reprimen y engañan para mantener su riqueza y poder a costa del sudor y sangre nuestros. Tiene plena razón el pueblo que sale a luchar cuando entre sus consignas canta: ¡Ni el Estado ni los politiqueros, solo el pueblo salva al pueblo! Para que las clases trabajadoras podamos conquistar nuestros derechos, no debemos poner nuestros esfuerzos e ilusiones en uno u otro candidato “alternativo” cayendo en el centenario engaño de las clases dominantes para que les legitimemos su democracia, sino que debemos enfocarnos en ampliar, concientizar y organizar nuestras fuerzas en medio de las batallas de la lucha de clases.

En estas organizaciones independientes del Estado y los politiqueros, forjadas al calor de la lucha, el pueblo planea, ejecuta y balancea sus batallas, aprendiendo a darlas cada vez mejor; estudia la situación actual, la historia y la teoría revolucionaria; se apoya mutuamente y realiza acciones de solidaridad como pueblo para enfrentar la crisis. De esta forma va acumulando fuerzas para conquistar sus derechos y para impulsar la revolución que dé el poder al pueblo.

La mayor debilidad de nuestro pueblo radica hoy en su baja conciencia y organización. Empeñarnos en vencer esta debilidad, en educar y organizar al pueblo al calor del actual auge de la lucha de las masas, es la tarea decisiva que se le plantea a los revolucionarios en nuestro país para acumular las fuerzas necesarias para conquistar y defender nuestros derechos y sobre todo para impulsar la revolución que traiga libertad y bienestar a nuestra gente, acabando con la dominación de los grandes burgueses, de los terratenientes y sus amos imperialistas sobre el pueblo y la nación.

¡Vivan las heroicas batallas del 9 al 11 de septiembre! ¡La rebelión se justifica!

¡Honor y gloria a los hijos del pueblo caídos en la lucha!

¡El que murió luchando vive en cada compañero!

¡A organizar y a construir el movimiento popular y estudiantil!

¡Servir al pueblo de todo corazón, ser tropa de choque de la revolución!


Firmas: 

Movimiento de Estudiantes al Servicio del Pueblo - MESP

Movimiento Estudiantil Rebelde y Popular - MERyP

Liga Juvenil Revolucionaria - LJR 


A continuación compartimos el link para acceder al volante completo en versión PDF: Volante 21S